quarta-feira, 26 de maio de 2004

Sergio Alvarado y Katia da Silva
Jotas a ritmo de samba

Normalmente, hay historias que suceden sólo en los cuentos. Como la de un ala-pívot maño de la EBA al que le montan una cita a ciegas con una brasileña de la Liga Femenina y terminan yéndose a jugar a Brasil, volviendo a España y casándose... en ambos países. ¡Toma ya!


Sergio Alvarado y Katia da Silva celebrarán muy pronto dos bodas

Sergio Alvarado Ojer tan sólo tiene 23 años y su 1,98 metros de ala-pívot apenas le han dado para jugar en la Liga EBA, competición en la que se le podría considerar todo un veterano, pues en sus cinco temporadas en Zaragoza, tras debutar ante el Barça de Navarro y Alzamora, ha compartido vestuario con los Hernández, Fabón, Álvarez, Aldama, Cilla... y se ha enfrentado a internacionales como Calderón o Cabezas. Antes, había probado con el fútbol, en la posición de central, pero entre que era bastante torpe con el balón en los pies y que se le fue un poco la altura, en el colegio La Salle Montemolín le inyectaron rápidamente la afición por las canastas desde el mismísimo equipo de minibasket. Y de ahí, al CAI.

Precisamente en su ciudad natal seguía describiendo una silenciosa e interesante trayectoria mientras su hermano Diego, también jugador de baloncesto, salía con Leticia Najera-aleson, una junior del Mann Filter que ya ha debutado con el primer equipo esta temporada (1 partido, 12 minutos). En esto que un día empiezan a bromear los tres sobre la sagrada e importante misión de encontrar una novia para nuestro personaje. «Pues nada –salta ella–, dime cuál te gusta de mi equipo y te buscamos novia enseguida». Después de echar un vistazo a la foto oficial de la plantilla, llega la respuesta para seguir la gracia: «Anda, pues la negrita de 1,90. Es brasileña, ¿no?». Claro que lo más fuerte se producía al día siguiente, cuando el joven recibía un SMS de la propia Katia da Silva (26 años y 1,89 metros. «Es un ‘cuatro’, como yo. Salta mucho, es fuerte, tiene tiro y va bien al rebote») en el que se hablaba de quedar para tomar un café. ¿¿¿Y eso??? ¿¿¿Pero ya??? ¿¿¿Tan fácil??? «Bueno, Leticia le había enseñado una foto de su novio, es decir, mi hermano, diciéndole que me parecía a él». Luego, efectivamente, se produjo una cita a ciegas –«no lo había hecho en mi vida, de verdad. Y sí, me dio un poco de corte. Encima ella apenas sabía nada de español aparte de ‘hola’, ‘adiós’ y ‘qué tal’»– que desembocó en noviazgo y, posteriormente, en un fichaje por el Santo Andre brasileño.

Ya ven. Así de sencillo. Como la pívot se volvía a su país para jugar en el Sao Paulo F. C., a su agente no le costó demasiado conseguir para él un contrato de cuatro meses con el equipo masculino del club en el que militara, hace ya unas campañas, la también ex pívot del conjunto aragonés Marina Ferragut. «No lo pensé demasiado. Agarré la mochila y para allá que me fui».

La Liga Paulista


«No es la ACB, desde luego. Allí los cuatro primeros son de nivel LEB; luego el resto baja, de estilo EBA diría yo. Mi equipo, donde jugaba Lucio Rodrigues ‘Gastao’ [en el CAI 2002/03, –2 de valoración acumulada en los seis partidos que jugó este poste de 2,10 metros y 120 kilos], era más bien de mitad de tabla cuando yo estaba allí [finalmente, terminó descendiendo, ya con Alvarado de vuelta en España]. Lo que más me llamó la atención es que todo el mundo estaba físicamente a tope. Son fuertes, saltan... Yo iba muy por detrás, y eso que a mí me van las pesas y en España destaco en esta misma parcela. Por algo mi ídolo ha sido siempre Charles Barkley, de juego similar al mío: de garra, duro... Pero es que allí la cultura de gimnasio es brutal. Se entrena siete horas al día, sin exagerar. Yo la primera semana estuve a punto de vomitar varias veces. Evidentemente, para eso hacen falta suplementos (creatina, carnitina...) muy a la orden del día en el culturismo», afirma con total conocimiento de causa, no en vano su padre, José Luis Alvarado, fue culturista aficionado y regenta un gimnasio. «¿Que si toman algo más? Supongo que sí, pero en verano. Es algo cultural en la juventud del país».

Durante esos dos meses y medio (se volvió antes de lo previsto porque el Cadi la Seu D’urgell contrató a la pívot para los últimos partidos de la Liga Femenina), nada mal pagados, por cierto («hombre, es que yo era el americano del equipo. Mi función era más bien ofensiva: 14 puntos en 30 minutos de media»), se llevó alguna que otra sorpresa. Desde las bañeras de hielo («como el hielo recupera el músculo, hala, después de una paliza qué mejor que meterte en una bañera. No te ponen hielo, te tiran directamente ahí dentro. Lo llevé fatal. Entrar sudando, con tanto calor y humedad... El cambio de temperatura es brutal, así que os podéis imaginar lo chillidos y aullidos») a las comidas («el plato principal siempre es arroz. Todos los días. Luego carne. A la tercera semana se me estaba poniendo cara de chino. Se echa de menos algo de pescado. Fundamentalmente por los precios, siempre desayunaba –tres o cuatro zumos– y comía fuera. Un bufé libre de rodizio, de comer toda la carne que quieras y buenísima, estaría en unos tres euros y medio, no más. Porque entrenábamos una barbaridad, que si no me hubiese puesto como una foca»), pasando por los temas de inseguridad: «A partir de las dos de la mañana es la propia policía la que te recomienda que te saltes todos los semáforos para evitar asaltos. No es coña. Un día salimos de marcha y yo me paré en uno, por lo que me cayó una bronca enorme. ‘¿Pero qué haces, estás loco?’. En otra ocasión me pararon unos guardias para un control y registro rutinarios y entre que no entendía lo que me decían y que ellos me debían ver algo extraño, acabé cacheado por uno mientras el otro me apuntaba con una recortada, ambos ataviados con chaleco antibalas. Me registraron todo-todo, coche y bolsa. Dan un poco de miedo, sí, pero eso es porque se protegen a sí mismos. Es lógico. También depende de la zona. Si te pasas por las favelas… En Sao Paulo hay 14 millones de personas, es decir, que la gente mala y la gente buena se multiplica. También es muy sencillo conseguir armas de fuego. Lo que aquí es un atraco sacándote una navaja allí lo hacen con pistola».

Claro que también le ha quedado tiempo para hacer el obligado turismo. Faltaría más. «Además de ver el Cristo y esas cosas, he estado en las playas de Ipanema, Copacabana y también en Playa de Romario [así se llama]. De hecho, comimos en su restaurante y muy bien». Ya lo de responder a la pregunta de si se le iban mucho los ojos obedece a harina de otro costal: «No, porque la que yo tengo está más buena, pero es como lo pintan: arenita blanca y esas bellezas mezclas de negra y mulata. Yo sólo he estado con una, pero sí, es cierto que llevan el ritmo metido en el cuerpo. Un día me llevó a bailar y yo creo que me enamoré un poquito más. Son gente cariñosa, caliente, hospitalaria… En resumidas cuentas, es todo alegría. Puedes ver a personas sin casa, sin coche y sin dinero, pero siempre están sonriendo y bailando».

En cuanto al idioma, reconoce defenderse ligeramente con el portugués. «Creía que me podían pasar cosas como la que le ocurrió a Castroverde cuando me entrenaba en Zaragoza. Teníamos un extranjero, Roger Crawford, que no hablaba español y como el inglés de Castroverde es de ‘if you no basket, pass the ball’ el tío se pasó toda la temporada asintiendo con la cabeza. Total, que llegamos a la ‘Final a Ocho’ de la EBA y empezamos a perder con La Palma, hasta que hay tiempo muerto y el tío decide utilizar a un compañero como traductor. ‘Dile que tal...’, ‘dile que cual...’ Y el yanqui se harta y replica: ‘Mira, dile tú al gordo éste que estoy hasta los cojones de él, que llevo todo el puto año sin entender nada’. ‘¿Qué ha dicho, qué ha dicho?’, preguntaba Castroverde. ‘Nada, nada, que sí lo ha entendido’. En fin, que Javier se terminó enterando y la cosa acabó con ‘pues dile que me cago en su puta madre y que...’, mientras los demás nos partíamos de la risa».

Para risas, las bodas

Sí, en plural. Porque la pareja contraerá matrimonio el 5 de junio en España... y el 10 de julio en Brasil. «Es que era imposible traer a su familia. Allí todo el mundo tiene muchos hijos». De todas formas, si hay que elegir, nosotros nos apuntamos a la segunda: «Eso me ha dicho mi hermano, que él se viene a la de Brasil, donde cuatro tíos con un par de tambores se montan una fiesta que no veas». Eso sí, por si la cosa decae en algún momento, que lo dudamos, podían disputar un uno contra uno ante el nutrido grupo de invitados: «No, no. La última vez me ganó ella y yo me llevé un par de codazos».

Lo que no parece improbable es que ambos fijen su residencia en Sudamérica, al menos cuando decidan colgar las botas (el novio acaba de reforzar al Peñas CAI Huesca de Carlos Lorés y la novia, reciente subcampeona de la Liga Belga tras perder la final en la prórroga del partido de desempate, se debate entre varias ofertas de Italia y Bélgica, a pesar de que el baloncesto femenino en su país importa tanto o más que el masculino, con televisión nacional todas las semanas incluida). «Sí, no lo pongas en letras muy grandes que a mi madre no le gusta oír que me iré, pero sí me veo viviendo fuera. He estado mirando casas y allí por 5-7 millones de pesetas te compras un chalé adosado con tres pisos y garaje; aquí con eso tienes para dos puertas», argumenta este futuro licenciado en Magisterio-Educación Primaria y, probablemente, el primero en aprender bailar jotas a ritmo de samba.

Fonte: ACB

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